Aquí os dejo el prologo, espero que os guste tanto como a mi
Prólogo
El
soldado que vigilaba las puertas de la aldea de Aínsa nos permitió
el paso después de
que
mi padre le comentara que eramos unos mercaderes que íbamos de aldea
en aldea
vendiendo
productos artesanos.
Desde
la ventana del carromato se podía respirar la fiesta de las calles
decoradas con
estandartes
con el escudo de la aldea. Igual te podías cruzar con juglares que
cantaban sus
historias
mientras tocaban su laúd acompañados por mayores y niños como con
soldados
desgreñados
blandiendo hacia el cielo sus robustas espadas.
Todas
las posadas estaban llenas; no cabía ni un alfiler más. Seguimos
buscando hasta que
se
hizo de noche. Si no encontrábamos una pronto tendríamos que
abandonar la
aldea
y probar suerte en otra, puesto que nuestro carromato solo lo
utilizábamos para
llevar
la mercancía y apenas había espacio suficiente para poder dormir
dos personas. Ya
nos
habíamos dado por vencidos cuando de repente la suerte pareció
sonreírnos: por fin
una
posada, y encima muy cerca de palacio. Mi padre me mandó entrar a
preguntar si
quedaba
hospedaje porque él ya había perdido la esperanza de encontrar
algún sitio donde
poder
pasar la noche.
Adentro apenas quedaba nadie pues todos estaban en las calles. Me dirigí hacía la barra y
pregunté
por el posadero. Me respondió un hombre moreno ya entrado en años y
de
semblante
seco. Tenía una recia barba y una fea cicatriz en la parte superior
de la ceja
derecha,
señal de alguna trifulca antigua.
—Soy
yo, ¿Que desea?—me dijo dando un estrepitoso golpe sobre el
mostrador con su
rugosa
mano.
—Quería saber si tiene alojamiento para dos.—le pregunté con la mirada perdida en el lugar
—Pues es su día de suerte: acaban de quedar dos catres vacías.
—¡Ah,sii!
no sabe la alegría que me da —con una sonrisa de oreja a oreja
salí a fuera.—
Padre
hay dos catres disponibles.
Nada más oírme abrió la puerta del carromato con cara de felicidad. Cuando entramos,
esperamos
en la barra a que terminara el posadero de atender las mesas.
A pesar de su duro aspecto era un hombre amable con su clientela y no permitía peleas en
A pesar de su duro aspecto era un hombre amable con su clientela y no permitía peleas en
su
local. Su atuendo estaba compuesto por unas calzas de lana en marrón
oscuro y una
camisa
de un color que en sus inicios sería blanca pero que el paso de los
años había vuelto
amarillenta.
Llevaba también una faja ancha en color granate y unas botas
desgastadas.
—Perdonen la espera-dijo dejando sobre la barra unas cuantas copas vacías —¿queréis
las
dos catres?
—Sí, si es tan amable—respondió mi padre sacando de su bolsillo un saquito lleno de
maravedíes.
—¿Cuantas noches piensan quedarse?—preguntó dejando dos llaves roñosas sobre la
barra
—Unas siete noches.
—¡Aquí tenéis las llaves! Disfrutad de vuestra a estancia —volvió a salir de la barra derecho
a
las mesas.
Salimos a recoger nuestras pertenencias y algunos maravedíes más. Cuando entramos con
los
baúles se nos acercó.
—Perdonadme, pero no os he dicho dónde están vuestras habitaciones —cogió nuestros
baúles
– ¡Seguidme!
Nos condujo por unas escaleras que se encontraban en la parte posterior que subían
discretamente
hasta un largo y nada bien iluminado pasillo.
Nuestras
habitaciones estaban al final del pasillo. Eran las dos últimas de
las seis que había
en
el lado derecho. Mi padre se decantó por la ultima y a mí no me
tocó otra que
acomodarme
en la que quedaba. Sin mucho ceremonial nos despedimos hasta la
mañana
siguiente
pues estábamos agotados del traqueteo del carromato. Entré en ella
dejando el
baúl
con un golpe seco en el suelo que retumbó en la penumbra del
cuartucho. Vagamente
vislumbre
un candil en el que apenas quedaba aceite en una mesita del lado
izquierdo de la
cama
y lo encendí. Me apresuré a cambiar mis ropajes tiesos por el polvo
del camino por
un
kamese que se se componía de una camisa y calzones cortos, parecidos
a los pantalones
de
los bárbaros, pero muchos más cortos y semicubiertos por una túnica
que guardaba al
principio
de la valija. Enseguida mis huesos notaron que el colchón de paja no
había sido
aireado
en días, cosa que perdoné de inmediato pues era tal el cansancio
que acumulaba
mi
cuerpo que cualquier camastro hubiese sido bien recibido. Apenas si
di unas cuantas
cabezadas
cuando de repente me vi en medio de un bosque que no reconocía
rodeado por
criaturas
mágicas. Un dragón dorado que desplegó una de sus alas en la cual
tenía marcado
el
símbolo de un águila se me acercó intentando calmarme.
—Edmo todos nosotros necesitamos urgentemente tu ayuda. Para ello te vamos a
encomendar
la misión de que protejas con tu vida si fuese preciso este colgante
que para
nosotros
lo es todo, y lo encierra todo—dijo con una solemnidad que jamás
había
escuchado
Edmo en otro ser viviente, mientras los otros dragones de un color
rojo
inexplicable
expulsaban por sus bocas llamaradas de un impresionante fuego azul
que
dejaba
en la tierra un circulo con un águila justamente en el medio de
donde yo me
encontraba
sin que apenas yo sintiese mas que una tibia brisa reconfortante.
De un sobresalto desperté empapado en sudor. Parecía como si mi corazón ya no me
perteneciera
y se me fuera a salir por el pecho del que misteriosamente me colgaba
un
Hasta pronto, estaré a la espera de vuestros comentarios sobre ello.